Una temporada para silbar del autor norteamericano
Ivan Doig recrea el ambiente de las escuelas rurales de principios del siglo XX
en Montana. Un padre viudo debe encontrar alguien que atienda a sus 3 hijos a
la vez que una nueva maestra para la escuela. En un anuncio en el periódico una
viuda se ofrece para labores domésticas, el anuncio dice: “No cocina, pero tampoco muerde”,
con ella llegará al pueblo su hermano, quien se hará cargo de la escuela.
El relato, narrado desde el punto de vista de uno de los
niños y envuelto por el lirismo del paisaje, combina intriga y humor. Es una de
esas novelas por las que apetece volver a casa para seguir leyendo.
Las escuelas rurales existieron en Norteamérica, como en
Asturias, para escolarizar a los niños que vivían en entornos muy alejados de
grandes poblaciones. Eran hijos de agricultores y mineros, salían al amanecer,
recorriendo grandes distancias para recibir clases de lectura, escritura,
matemáticas, de manos de maestras muchas veces de escasa preparación. Se
entendía que este era un oficio femenino y la maestra vivía en una pequeña casa
al lado de la escuela.
En esta foto de la antigua escuela del poblado minero de
Leadville (Colorado) se pueden apreciar las 3 construcciones características:
la escuela, con campana para llamar a clase y que su sonido se oyera en todo el
valle, la casa de la maestra e inclinado por el paso del tiempo, el wc.
-Ángela Quirós Colubi-
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